Este ha sido el contenido del programa El Factor Humano, este sábado 24 de agosto.
5. La Parábola en piedra de El Escorial
Sintonía Phlip Glass
INMA.- Hay
determinados momentos de la historia que no deberíamos olvidar y otros que por
sí mismos se convierten en inolvidables. Ignacio Merino nos recuerda los más
importantes cada semana desde Radio Nacional en Valladolid, con la asistencia
técnica de........... Ignacio, buenos
días...
Hoy nos propones una mirada bastante
desconocida de El Escorial.
IGNACIO.- Así es, Inma.
No es algo que se suela contar pero lo cierto es que, además de todo lo que
representa, El Escorial despliega una parábola en piedra sobre Felipe II como
rey elegido por la Providencia para construir el nuevo Templo de Jerusalén. Y
es que el hijo del César Carlos, a quien
el círculo erasmista portugués de su esposa Isabel había saludado como Nuevo
David, asumió con esta obra el símil que lo convertía en el nuevo Salomón. Y
para dejar claro su mensaje, el meticuloso monarca cargó la construcción de su
templo con símbolos bíblicos, arquitectónicos y dinásticos que dieron expresión
trascendental al poder político y religioso de la nueva Monarquía Hispana.
Por eso El Escorial es el empeño más
genuino de Felipe II, el que contiene el núcleo de su pensamiento que no es
otro que llevar a cabo la misión designada por Dios, esto es luchar contra la
herejía luterana y extender el catolicismo en el Nuevo Mundo. De esta manera el
monumento quedó como broche de la Contrarreforma impulsada por España en el
Concilio de Trento.
Música
IGNACIO.- El proyecto
tuvo como fin primero ser un panteón digno para Carlos V, quien en su testamento
había ordenado a su hijo edificar un mausoleo para los nuevos reyes de la
dinastía Habsburgo-Trastámara-Borgoña. Felipe lo extendió a residencia, o Casa
del Rey, pues estaba cerca de Madrid pero lejos de la Corte y sus intrigas. Y
para honrar la memoria de sus padres, y
rezar sin descanso por su alma, añadió un monasterio que entregó a los monjes
jerónimos. La iglesia, de proporciones ciclópeas y rematada por una enorme
cúpula, se construyó en consonancia con la sobria majestad que exigía el templo funerario de los
Austrias españoles.
ALEX.- Es un
proyecto tan grande que parece como si fuese una especie de nuevo Vaticano...
IGNACIO.- Exacto, Alex.
Podría interpretarse así perfectamente, aunque el tiempo demostró que no era
voluntad del rey fundar una iglesia nacional a la manera inglesa. Aunque no le
faltaron ganas, desde luego. Hubo personas influyentes que le aconsejaron
romper con Roma, la "gran ramera" como decían los calvinistas, entregada
al nepotismo, la corrupción, el lujo desmesurado y la lujuria. Los papas italianos
que le tocaron, además, eran enemigos de la hegemonía española en Italia y lo
trataban con recalcitrante rencor.
La contenida respuesta frente a la
desconfianza vaticana llegó labrada en piedra. Las medidas suprahumanas de la
obra escurialense proclamaron su mensaje triunfal. Por su envergadura, además, El
Escorial se convirtió en un prototipo palaciego regio, como ocurriría con el Versalles
de su descendiente Luis XIV, pues representa la morada de un solo individuo
que, al modo faraónico, se erige como ejemplo sublime del ser humano a
semejanza de Dios.
Felipe había sido comparado con Salomón
desde su nacimiento. Cuando visitó los Países Bajos entre 1548 y1551, las ciudades
en las que tomó posesión como heredero [que fueron 12 en Holanda y 17 entre
Flandes y Borgoña] lo recibieron con arcos triunfales en los que se leía la
inscripción "Nuevo Salomón, digno hijo de David".
Como gesto simbólico, Carlos V le
concedió la corona de Jerusalén que tenía en herencia por Borgoña. El príncipe
creía que la misión de construir el Templo estaba vedada a su padre, el
fundador de la dinastía, por tener las manos manchadas de sangre, como en el
caso del rey David del Antiguo Testamento. Pero no olvidaba que había sido el
impulsor, quien se lo encargó. De modo que en el presbiterio de la basílica,
bajo las esculturas sedentes de ambos, mandó grabar la leyenda VIRTUS PERFECTA,
INVICTA ET PERPETUA a la manera de
Augusto, para proclamar en igualdad de condiciones la gloria del linaje. Y como
signo inequívoco colocó las estatuas de David y Salomón en la fachada del
templo, dando paso al pórtico de entrada, mientras los acompañan a los lados los
reyes Josafat, Ezequías, Josías y Manasés, como descendientes de Salomón que
contribuyeron a perfeccionar el Templo.
Sin embargo, no quedó muy contento con
su padre cuando éste abdicó en Bruselas y le entregó la corona los reinos
hispanos.
INMA.- ¿Y esto por
qué?
IGNACIO.- Regresó a
España enfadado porque el César había dejado la dignidad imperial a su hermano
Fernando. Dolido también con Europa por la amenaza luterana y las humillaciones
inglesas durante su estéril matrimonio con María Tudor. Pero como durante el
viaje de vuelta venció a los franceses –el gran enemigo- en San Quintín, ya pudo
dedicarse más a su idea de construir el Templo. De hecho, puso el nombre de San
Lorenzo al Escorial, en honor del mártir español cuya onomástica fue el día de
la victoria. Su mayor anhelo desde entonces fue levantar la Domus Dei en el corazón de sus dominios
como expresión de su autoridad moral en el orbe católico, la parábola de su
verdadero imperio.
Música
IGNACIO.- Juan Bautista de Toledo diseñó
la Traza Universal según el modelo del Templo de Herodes descrito por Flavio
Josefo. El edificio, con forma de parrilla invertida en homenaje al santo
patrón, era simétrico en su geometría y armónico en la distribución, grandioso
y al mismo tiempo austero para expresar la majestad del rey y su frugal
humanidad. Tenía que representar la síntesis de sus posesiones, de manera que todo
se ajustó a esta premisa: la planta cuadrangular de alcázar con torres en las
esquinas de la herencia hispano-musulmana; la huella flamenca en los tejados y
chapiteles de pizarra; o el clasicismo de la basílica y los frescos de la
biblioteca, como tributo a su formación renacentista y sus dominios italianos.
INMA.- Pero lo que
impresiona bastante es los sobrias que son las habitaciones privadas.
IGNACIO.- Sí. Los
cuartos del monarca se concibieron a la castellana, austeros y reducidos, con
artesonados en los techos y cercos de marquetería en las puertas de cuarterones
como única concesión a la estética aristocrática. Se hicieron estanques y jardines,
pero no exuberantes sino ordenados a la manera hispanomusulmana, para pasear
respirando el aire de la sierra y como refresco veraniego de la asfixiante corte
filipina, un ambiente del que él solía escapar encerrado en su habitación de
trabajo mientras en la saleta de respeto se interpretaba música de cámara.
El monasterio-cripta-palacio se
convirtió así en su hogar favorito. Expresaba sabia prudencia y una voluntad
férrea, dos cualidades en verdad salomónicas pero cuyo exceso en la primera causa
parálisis y en el segundo fanatismo. De ambas cosas se le ha acusado.
Durante los últimos veinte años en los
que entre disgustos y quiebras vivió prácticamente allí, su carácter se volvió
pesimista, más triste y taciturno. El Rey Prudente se transformó en el Salomón
críptico interesado en la alquimia, que se quedaba extasiado ante El Jardín de
las Delicias de Durero.
Ya en su lecho de muerte, mientras
escuchaba los ensayos del requiem de Morales para sus funerales, lo que vencía
a los estragos de la gota, la ausencia de sus queridísimas hijas y los fracasos
era aquella parábola de Salomón, un empeño que sí creía haber logrado.
Música final
INMA.- Ignacio
Merino, muchas gracias por esta visita a El Escorial...
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